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Silvina Leibenberg nació en Montevideo, Uruguay, el 1 de marzo de 1966. Cursó estudios en la Facultad de Arquitectura y en el Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de la República. Se ha especializado, entre otras instituciones, en la Universidad de Columbia, en el London College of Fashion y en la Universidad de Harvard.

 

Abrazó y retomó su pasión por las artes visuales, primero como alumna del taller Collell y luego de Marivi Ugolino, actualmente bajo la dirección de Josefina Pezzino. Pero su primera muestra no sería hasta 2019, año en que participó de una exposición colectiva, precisamente en el Museo Casa Collell, dentro del marco del evento “Museos en la Noche”. Leibenberg trabaja siempre en sintonía con los Cuatro Elementos. Entendiendo la tierra como la arcilla, el agua como el complemento indispensable que moldea sus obras, el aire también imprescindible para el secado de las piezas, y el fuego cuya esencia transforma el barro en cerámica; en un ejercicio tan necesario como aquel que planteaba Luis Alberto Spinetta en su canción“Barro tal vez” (“Si no canto lo que siento, me voy a morir por dentro...he de gritarle a los vientos hasta reventar, aunque solo quede tiempo en mi lugar”).

Las obras aquí reunidas representan grutas, piezas trabajadas, sedimentadas o intervenidas por el viento y por la erosión. Como en una película de cine negro de los años 50 o como en un poema del argentino Lepoldo Lugones, los juegos de luces y sombras vienen a darle marco a un conjunto de obras, que la escultora completa con su técnica y su sensibilidad, pero cuyas huellas primigenias se pueden encontrar en la naturaleza y en la historia más pretérita del arte que fascinó a Herzog, el director de “La cueva de los sueños olvidados”.

 

Así, las manos que moldean la arcilla continúan, casi inconscientes, la labor que el agua y el viento iniciaron cuando dieron forma a las rocas. Rocas como éstas de Leibenberg o, como ella ha decidido, “sueños de arena” pesados, que absorben al espectador hasta tumbarlo, con un encanto onírico que exige atención, pero que a cambio, ofrece una recompensa hermosa y rebosante de significados.

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